domingo, 22 de mayo de 2016

Traducción de "La Canción de la Camisa"

[Traduzco un poema de Thomas Hood (1799-1845). Me he tomado la licencia de dejar algunos signos de exclamación sólo al final, consideraba que el tonema no era el mismo que en algunos casos donde sí que he puesto ambos signos a la española]


CANCIÓN DE LA CAMISA

Con los dedos cansados y raídos,
y con los párpados de grana y plomo,
se sentó una mujer
en harapos muy poco femeninos…
enhebrando su aguja.
¡Cose! ¡Cose! ¡Cose!
En la pobreza, hambrienta, en suciedad,
todavía con voz de doloroso tono
cantaba la “Canción de la Camisa”.

Trabaja! Trabaja! Trabaja!
Mientras el gallo cacarea lejos!
Y trabajo, trabajo, trabajo,
hasta que las estrellas relucen en el cielo.
Esto es… ¡Ay! ser esclavo
junto al bárbaro turco
y la mujer de alma irredimible.
¡Esto es la obra de Dios!

Trabaja, trabaja, trabaja,
hasta que la cabeza empiece a naufragar;
trabaja, trabaja, trabaja,
hasta apagarse los pesados ojos!
Costura, y forro, y cinta,
cinta, y forro, y costura,
hasta que entre botones cae dormida
y en el sueño los cose!

¡Los hombres, de amadas hermanas!
¡Los hombres, de madres y esposas!
No es lino lo que desgastáis
sino la vida humana!
Cose, cose, cose,
En la pobreza, hambrienta, en suciedad,
cosiendo de una vez a doble hilo
un sudario y también una camisa.

Pero… ¿por qué hablo de la Muerte?
Ese espectro de hueso aterrador,
apenas temo su terrible forma
tan parecida a mí…
A mí tan parecida
a causa del ayuno que mantengo:
¡Oh Dios mío! Que el pan sea tan caro,
y la carne y la sangre tan baratas...!

Trabaja, Trabaja, Trabaja!
mi esfuerzo nunca languidece:
¿Y cuál es el salario? Una cama de paja,
un mendrugo de pan y unos harapos,
este techo hecho añicos y este suelo desnudo…
una mesa –con una silla rota–
y un muro tan vacío que agradezco
ver a mi sombra allí alguna vez!

Trabaja, trabaja, trabaja!
Cansada del tañido de campanas,
trabaja, trabaja, trabaja,
como presos pagando por sus crímenes!
Cinta, y forro, y costura,
costura, y forro, y cinta,
hasta que el corazón se encuentre enfermo,
el cerebro embotado y la mano se rinda.

Trabaja, trabaja, trabaja,
a la luz apagada de diciembre…
Y trabajo, trabajo, trabajo,
cuando el clima es caliente y luminoso
y bajo los aleros
incuban las colgadas golondrinas
como para mostrarme sus radiantes espaldas
y burlarse de mí en primavera.

¡Ay! sólo respirar la exhalación
de dulces y silvestres flores…
Con el cielo allá, sobre la cabeza
y la hierba debajo de mis pies,
aunque fuera tan sólo una hora corta,
para sentirme igual que me sentía
antes de conocer el mal de la miseria
y el esforzoso camino para lograr sustento!

¡Ay! Sólo durante una corta hora!
Un respiro por breve que éste sea!
Sin un feliz descanso para el amor o la esperanza,
tan sólo tiempo para el daño!
Puede que algún sollozo aliviara mi corazón
pero en una salina cama
mis lágrimas se estancan, cada gota
entorpece la aguja e hilo!

Con los dedos cansados y raídos
y con los párpados de grana y plomo
se sentó una mujer
en harapos muy poco femeninos
enhebrando su aguja…

¡Cose! ¡Cose! ¡Cose!
En la pobreza, hambrienta, en suciedad,
todavía con voz de doloroso tono
–ojalá este matiz alcanzara a los ricos–
cantaba esta “Canción de la Camisa”.